—Y mira por dónde…
—Mantened las manos donde pueda verlas. Por la autoridad que me confiere la Corona de Nalass, quedáis a arrestados.
—Pues ya estamos todos —proclamó el menhori, no mostrándose ni un ápice intimidado por la actitud amenazante del miliciano.
—Soltad las armas —replicó Zaincalan, atento a sus posibles movimientos.